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Del Matrimonio

15 septiembre 2008 by Mara-Mara Deja un comentario

Tomado del libro El profeta, de Khalil Gibran

De nuevo Almitra volvió a hablar para preguntar:
Y qué piensas del Matrimonio, maestro?

A lo que él contestó:
Nacisteis juntos, y juntos seguiréis para siempre. Juntos os hallaréis cuando las blancas alas de la muerte acaben vuestros días. ¡Ay! también juntos os hallaréis hasta en la memoria silenciosa de Dios. Pero dejad que existan espacios en esa, vuestra unión. Y permitid que los vientos de los cielos dancen entre vosotros.

Amaos el uno al otro, pero no permitáis que el amor sea una atadura: Permitid mejor que sea como un mar que se mece entre las orillas de vuestras almas. Colmad mutuamente la copa, pero no libéis solamente de una. Compartid vuestro pan, pero sin comer del mismo pedazo. Cantad y danzad juntos y sed alegres, pero permitid que cada uno se sienta solo. Así como las cuerdas de un laúd se encuentran separadas aunque se estremezcan con la misma música.

Ofreceos el corazón, pero sin que por ello dejéis de vigilarlo. Pues solamente la mano de la Vida puede contener vuestros corazones. Y manteneos unidos, mas no demasiado juntos: Porque las columnas del templo se encuentran separadas. Y el roble y el ciprés no crecen estando bajo la sombra del otro.

Publicado en: Nuestra Música Etiquetado como: K Gibran

Del Amor

15 septiembre 2008 by Mara-Mara Deja un comentario

Tomado del libro El Profeta, de Khalil Gibran

Entonces Almitra le dijo: “Háblanos del Amor.”
Y él levantó la cabeza y contempló atentamente al pueblo, y al observar la quietud reinante replicó con voz tonante:

Cuando el amor arribe a vosotros, seguidle. Aunque sus veredas sean duras y difíciles de seguir. Y cuando sus alas os envuelvan entregaos a él. Aunque la espada que oculte bajo sus alas pueda heriros. Y cuando os hable creed en él. Aunque su voz pueda arrasar vuestros sueños, así como el viento del norte arrasa los jardines.

Porque aun siendo el amor como una recompensa también será castigo para vosotros. Porque él os hará crecer, pero os frenará después. Aunque ascienda hasta vuestras alturas y acaricie vuestras fibras más sensibles, esas que se estremecen bajo la caricia del sol. Así descenderá hasta vuestras raíces y las agitará por muy arraigadas que se encuentren en la tierra.

Cual mazorcas de maíz os reunirá junto a él. Os azotará para que sintáis vuestra impotencia. Os agitará hasta despellejaros. Os molerá hasta lograr que blanqueéis. Os amasará hasta dejaros flexibles. Y luego os destinará a su fuego sagrado para convertiros en pan bendito en la fiesta sagrada de Dios. Todas estas cosas hará el amor con vosotros para que conozcáis los secretos del corazón, y con ese conocimiento convertiros en un fragmento del corazón de la Vida.

Pero si presas de temor buscáis tan sólo la paz del amor y el placer del mismo. Entonces será preferible que tapéis vuestras desnudeces y escapéis de la agitación de amor. Y entréis en ese mundo sin estaciones donde podréis reír, pero sin que llegue a ser completa vuestra risa, y lloraréis, pero sin verter todas vuestras lágrimas.

Nada da el amor que no sea él mismo, ni adquiere nada que no sea de sí mismo. El amor no posee nada ni quiere ser poseído. Porque el amor es suficiente para el amor.

Cuando améis no debéis decir, ‘Dios está en mi corazón’, más bien ‘Estoy en el corazón de Dios.’ Y no lleguéis a creer que estáis capacitados para encauzar el curso del amor, pues el amor, si os considera digno de él, será quien dirija vuestro curso.

El único anhelo del amor es el de colmarse a sí mismo.

Pero si amáis y sentís el brote de los deseos, permitid que estos deseos sean los vuestros. Que fluyan y sean como el arroyuelo rumoroso que entona su canto en la noche. Para conocer el dolor de excesivas ternuras. Para ser heridos por vuestro propio conocimiento del amor. Y para sangrar voluntaria y regocijadamente. Para despertar al amanecer con el corazón extasiado y dar las gracias por otro día de amor. Para reposar al medio día y pensar acerca del éxtasis del amor. Para regresar con gratitud cuando llega la caída de la tarde. Y entregarse después al sueño con una oración por el amado de vuestro corazón y un cántico de alabanza en vuestros labios.

Publicado en: Nuestra Música Etiquetado como: K Gibran

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